¿Qué y cómo comemos los catalanes?
1.- Menos tiempo para comer
El informe, Alimentación y sociedad en la España del siglo XXI, hecho por la Fundación MAPFRE establece que, de media, los españoles destinan de 15 a 18 minutos al desayuno, 34-41 minutos a la comida y 29-33 minutos a cenar. En Catalunya y Galicia se utiliza menos tiempo que en los otras comunidades.
2.- El Auge de la «comida facil»
Según datos del Ministerio de Agricultura, el consumo de los platos preparados ha crecido cerca de un 30% en los últimos 10 años en Cataluña. Ha subido, casi un 11%, la demanda de conservas de pescado y marisco. La pastelería se beneficia también del cambio de hábitos: aumenta casi un 11% su consumo.
3.- El declive de los alimentos básicos
De acuerdo con los datos del Ministerio de Agricultura, el consumo de leche entera en Cataluña ha caído en picado en los últimos 10 años. Los catalanes también comen menos huevos, arroz, pan, azúcar y legumbres. Y la carne de ovino y de vacuno retroceden (si bien es cierto que la de cerdo y pollo cogen empuje). Conclusión: viandas tradicionalmente básicas han dejado de serlo tanto.
4.- Los alimentos ecológicos se afianzan
Más cifras: un 84,3% de los catalanes valoran que los alimentos sean de temporada, un 65,1% de que sean producidos cerca y un 62,9% que tengan pocos colorantes y conservantes. Asimismo, el porcentaje que afirma que conoce los alimentos ecológicos ha aumentado respecto al 2012: pasa del 93,5% al 97,1%. Con todo, los productos ecológicos saborean las mieles del éxito: un 37,4% de los adultos catalanes declaran que comen menos una vez al mes.
5.- Volvemos a salir a comer fuera de casa
La última Encuesta de Presupuestos Familiares del INE reflejaba que en 2015 cada catalán gastó 1.780 euros (14,6% de sus gastos) en alimentos y 1.071 euros (casi el 9%) en hoteles y restaurantes. Esto confirma que, tras el bache de la crisis, volvemos a salir a comer fuera de casa: hace dos años el gasto de un catalán en hoteles y restaurantes era más baja, del 7,7%.
6.- ¿Como comíamos hace 100 años?
Tal como explica Jaume Fàbrega, profesor de gastronomía y vinos de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor del libro La cocina modernista (Viena Ediciones), hace 100 años la alimentación de los catalanes era, por fuerza, lo que hoy llamaríamos de km 0 . «Es decir, de mercados de proximidad y de compra directa a los agricultores», aclara. Sin embargo, Fàbrega subraya que había notables diferencias en lo que se comía dependiendo del estrato socioeconómico. «Las discrepancias en la dieta según la clase a la que se pertenecía eran mucho más marcadas en 1916 que ahora. Eran tiempos en que los señores iban con sombrero, los obreros con gorra, y muchos agricultores aún con barretina. También había disparidades entre obreros bajos o de la menestralía, baja y alta burguesía … «Fàbrega relata que los obreros más pobres se limitaban a comer legumbres y escudillas casi sólo con tocino, arenques y bacalao -que era un alimento muy barato- . «Algunos de estos alimentos se compraban en las bacalaos. Y, curiosamente, se habían introducido los caldos concentrados, inventados por los suizos para alimentar la clase obrera «. Los grandes burgueses de principios de siglo, en cambio, compraban en establecimientos lujosos. «Por ejemplo, en el colmado Martigonole. Allí podían adquirir los más preciados alimentos de la alta gastronomía francesa: foie-gras, champán … «, puntualiza Fàbrega. El experto también señala que la alta burguesía solía enviar las criadas a estudiar cocina en el Instituto Bonnemaison, donde un cocinero suizo, Rondissoni, los enseñaba alta cocina internacional y también catalana, como la sopa de cocido de Navidad o los canelones. Este plato se había originado en Chez Justin, uno de los carísimos restaurantes donde iban los burgueses. «Los obreros comían en las fondas de seises, donde se hacía cocina tradicional catalana con productos baratos», concluye